Se celebró el 09/06/2007
Para ser un sábado podemos calificar las diez como primera hora, un poco antes de la hora señalada fuimos llegando poco a poco, casi con cuentagotas, los integrantes de la expedición a la II Fumada campestre en Puebla de la Sierra, donde nos esperaban Antonio e Isabel. En el autocar media entrada, tras algunas bajas, vida familiar y otros compromisos obligan, ese era el aspecto del autocar, por falta de espacio nadie se quejó.
El viaje de ida fue bien, el conductor no se asustó del Puerto de Puebla, seguro que en su historial los lleva más complicados y en peores condiciones de clima, pero aún así, en plena subida el vehículo que se para, pero el conductor tras mascullar no se qué logró ponerlo de nuevo en funcionamiento, coronamos el puerto y comienza la bajada por las sinuosas curvas, este año no había ganado en medio de la carretera, pero un fuerte olor comenzó a inundar el habitáculo que lucía la media entrada arriba señalada. Nueva parada, Juan Torres con decisión investiga en el maletero y descubre una botella de coñac suicidada, y a él que de madrugada le habían sometido a un control de alcoholemia se quedó preocupado porque se le pudieran hacer al autobús, por fortuna nada de ello hubo y llegamos al campamento de Antonio bien.
Una vez instalados con pipas y bagages de comestibles y bebestibles, dimos un paseo urbanita-rural- campestre por el pueblo, contemplando una curiosa colección de esculturas que por sus calles se distribuyen. Mucha igualdad y cosas de estas pero dejamos a la buena de Isabel bregando con las cazuelas, pero hay que decir que contó con la ayuda de nuestro insigne historiador, Fernando Puell de la Villa, al menos eso se le supone.
Lo cierto es que regresamos a tiempo de tomarnos unos aperitivos que nos vinieron muy bien, destaco un cabrales sidrero preparado por Juan Torres quien como asturiano oficial del CAP, otros lo somos por ascendencia y bastantes cosas más que no conviene citar para no ponerse sentimental, no paró de escanciar con su ya conocido y reconocido estilo una excelente sidra.
Y llegó la expléndida caldereta que nos había preprado Isabel, aplausos agradecidos, y nos pusimos a la tarea de acabar con tan suculento plato, lo conseguimos sin grandes dificultades. Sobremesa que algunos aprovecharon para echarse unas cartas, otros para pasear y algunos más para charlar sobre tabacos y pipas y lo bien que se está en Puebla.
Hacia las sieta iniciamos el regreso para llegar hacia las nueve a la Plaza de Castilla. La segunda fumada campestre había terminado, felices, contentos, con media entrada, pero dispuestos a organizar otra en otoño, cuando se pueda hacer fuego, controlado, ¡bruto!, y que nuestros amigos argentinos, Mario Muchnick y otros, nos hagan un asado argentino.